Venezuela: algunas reflexiones sobre las elecciones parlamentarias

de Marco Consolo –

  1. Sobre la base de la Constitución venezolana, el 6 de diciembre pasado se celebraron elecciones para la renovación de la Asamblea Nacional – AN (Parlamento), que tomará posesión el 5 de enero. Participaron 107 partidos: 30 nacionales, 53 regionales, 6 organizaciones nacionales de los pueblos originarios y 18 organizaciones regionales. De los 107 partidos, 98 se colocan en la oposición y solo nueve a favor del gobierno bolivariano. A diferencia de las elecciones en Estados Unidos, en Venezuela a pocas horas del cierre de los colegios electorales se conocieron los resultados. El boletín del Consejo Nacional Electoral (CNE) indicó que de los más de 20 millones de votantes calificados, habían votado 6.251.080 personas, con una participación del 31% de los votantes registrados. Una lección de modernidad y eficiencia para todo el mundo.

2) El Gran Polo Patriótico (GPP), alianza que agrupa al Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y otros partidos que apoyan al gobierno bolivariano, obtuvo 4.276.926 votos, lo que representa el 69% de los votos emitidos.

En la oposición de derecha ha surgido un nuevo referente político-electoral. La Alianza Democrática, integrada por los partidos de oposición Acción Democrática (AD), Copei, Cambiemos Movimiento Ciudadano (CMC), Avanzada Progresista (AP) y El Cambio (partido de Javier Bertucci), obtuvo 1.095.170 votos (17 72%). El proceso electoral marca así el regreso de dos partidos tradicionales de la cuarta república, AD y Copei, al escenario político-electoral: AD con 419.088 votos (7,08%) se posiciona como el partido del llamado G4 que ha mantenido parte de su capital político. Por su parte, Copei obtuvo 170.589 votos (2,88%).

Siempre a la derecha, la coalición Venezuela Unida, alianza formada por el partido Primero Venezuela (escisión de Primero Justicia), Voluntad Popular (VP) y Venezuela Unida, obtuvo 259.450 votos (4,15%).

Desde la izquierda, el Partido Comunista de Venezuela (PCV) presentó por primera vez una lista autónoma del GPP: Alternativa Popular Revolucionaria – APR, (división de una pequeña parte del GPP), recibió 168.493 votos (2,73%). Por tanto, no ha habido ninguna sorpresa que se esperaba de esta nueva opción político-electoral. El PCV podría haber obtenido más escaños en alianza con el GPP, confirmando que las escisiones electorales del chavismo tienen un espacio mínimo

Como parte de la transparencia del proceso, el Poder Electoral (CNE) ayudó a organizar 3.500 reuniones en las seis regiones del país con poblaciones originarias. El 9 de diciembre se llevaron a cabo las elecciones de los 3 diputados representantes de los pueblos originarios, con el desarrollo de un organismo regulador y un programa especial en el respeto a sus tradiciones y costumbres.

El resto de los votos (405.017) fue a otras listas menores.

3) Entre los datos relevantes de estas elecciones, por tanto, se encuentra la aparición de nuevas y diversas fuerzas de oposición, que debutaron en la política nacional al ganar escaños en el Parlamento. Muchos de estos partidos, aunque provienen de divisiones de otras organizaciones antichavistas, han intentado ocupar los espacios que han dejado los sectores abstencionistas de la oposición.

Los resultados otorgan al GPP una abrumadora mayoría de escaños parlamentarios, y cierran así el ciclo político de la Asamblea Nacional saliente que tenía una mayoría opositora.

4) Los observadores internacionales (y nacionales) pudieron visitar cualquier colegio electoral, en cualquier momento. Entre ellos, José Luis Rodríguez Zapatero, expresidente del gobierno español, quien señaló las tantas veces que se ha acusado al sistema electoral sin siquiera conocerlo. Por su parte, los observadores internacionales del Consejo de Expertos Electorales de América Latina (CEELA) destacaron la transparencia, calidad, eficiencia y verificabilidad del proceso electoral, en condiciones de bioseguridad, a pesar de las enormes dificultades económicas que Venezuela enfrenta debido a las “medidas coercitivas unilaterales” (mal llamadas sanciones) de Estados Unidos y la UE.

5) En términos simbólicos, 2020 termina para Venezuela como el año en el que fracasó la estrategia de la administración estadounidense: Trump había prometido sacar a Maduro de la presidencia, pero es Trump quien se va el próximo enero. Las elecciones significan la derrota, por ahora, de la política de la Casa Blanca contra Venezuela y una desaceleración de los planes de agresión militar del Pentágono. Los sectores de la oposición golpista también están derrotados: no ha pagado su estrategia abstencionista para deslegitimar el proceso electoral (otro error evidente). Sus denuncias de fraude, incluso antes del cierre de las urnas, han sido ridículas, dado que el sistema electoral era idéntico al de las elecciones de la Asamblea Nacional de 2015, elecciones ganadas por la oposición.

6) En realidad, fue precisamente la participación la que hizo fracasar un nuevo intento de desestabilización, según la estrategia ya utilizada en Bolivia para deshacerse de Evo Morales, con denuncias de fraude antes del cierre de las urnas. Denuncias que han servido a preparar el golpe de Estado contra el gobierno legítimo. La participación expresa la condena hacia el sector opositor golpista liderado por Juan Guaidò, que apuesta por la intervención extranjera y pide en voz alta un bloqueo contra el país. Las personas que votaron lo hicieron por la independencia y la paz.

7) La participación en las elecciones se puede definir como baja en términos puramente matemáticos, en comparación con otras elecciones en Venezuela. Pero la cifra va más allá de las matemáticas, dado el contexto por el que atraviesa el país. Millones de personas han resistido la tentación abstencionista, las acciones de “máxima presión” extranjera, y esto hace que estas cifras sean significativas, más allá de las simples matemáticas.
En un sistema presidencial como el venezolano, la abstención en las elecciones parlamentarias ha sido históricamente significativa. En 2005, en el mejor escenario de la Revolución Bolivariana (con Chávez como Presidente, con un precio por barril de crudo que superaba los 100 dólares, sin problemas de gasolina, sin pandemias, con una serie de medidas a favor de la población, etc.) la participación fue del 25%. Las dos elecciones con más votos fueron las de 2010 cuando votó el 66,45% de la población y las de 2015 (74%), que dieron mayoría a la oposición.

Hoy son muchos los factores que han incidido en la participación, y los datos deben leerse teniendo en cuenta condiciones mucho más adversas: el fuerte impacto del bloqueo económico; una situación de crisis social y económica que genera un descontento generalizado; la caída de la producción nacional de combustibles, que afecta gravemente a la movilidad; los graves daños a los servicios públicos del país; el contexto de la pandemia; la emigración de votantes registrados; el llamado a la abstención del sector opositor al servicio de Estados Unidos, que convenció a una parte del electorado.

8) La abstención, por tanto, evidencia un problema que el gobierno bolivariano, el Partido Socialista Unido de Venezuela y las fuerzas políticas aliadas deberán enfrentar y resolver lo antes posible. La abstención también refleja el creciente divorcio de muchas personas de la política, una brecha entre los problemas cotidianos de la gente y la comunicación política, junto con una clara demanda popular de soluciones urgentes a los múltiples problemas económicos y sociales del país. Los problemas del socialismo del siglo XX también parecen presentar la cuenta en el “socialismo del siglo XXI”.

9) Desde muchos ámbitos se recordó que, en las mismas horas en que los venezolanos eligieron a sus diputados, en Rumanía (país de la Unión Europea) participó un igual número de votantes (32%). Pero, mientras se reconocieron los resultados de Rumania, los venezolanos no, con el pretexto de una baja participación. Hace unos meses, cuando el 24% de los votantes participó en las elecciones municipales de Costa Rica, la “comunidad internacional” no cuestionó su legitimidad. Tampoco lo ha hecho con varios presidentes actuales de América Latina, electos con un muy bajo porcentaje de votos, como por ejemplo Sebastián Piñera en Chile, quien ganó las elecciones presidenciales de 2017 con menos del 30% de la participación.
En la UE, hasta 9 países registraron menos del 40% de participación en las elecciones al Parlamento Europeo de 2019 y 4 de ellos menos que en Venezuela: República Checa (28,72%), Eslovenia (28,89%), Eslovaquia (22,74%) y Croacia (22,85%).

Por supuesto, la Venezuela bolivariana no es Eslovaquia, ni Rumania, y la participación popular no se reduce a elecciones cada 5 años. Pero, estos son datos que deben hacernos reflexionar y preocuparnos por el creciente desafecto de la población hacia la “política”. Un problema que afecta a muchos países y no a uno en particular.

10) Para efectos del ejercicio y legalidad del nuevo parlamento venezolano, el resultado estadístico de participación no es un impedimento. En la Constitución no existen umbrales que establezcan su legitimidad, por lo que el próximo parlamento está autorizado para tomar posesión y legislar. Es bueno recordar que los impulsores de este falso dilema son los mismos que impulsaron la “presidencia interina” de Juan Guaidó, sin un solo voto electoral y fuera de la Constitución.

11) Quizás el éxito más importante de las elecciones sea su concreción, a pesar de la evidente presión de Estados Unidos y la Unión Europea (UE). La UE había intentado chantajear al país, incluso pidiendo retrasarlas fuera del período constitucional. Paradójicamente, han intentado criminalizar al gobierno por organizar las elecciones, las que, en parte, desaceleraron el asedio más duro que ha sufrido el país en sus 200 años de historia republicana.

12) El PSUV sigue siendo, con mucho, la principal fuerza política organizada, con una importante victoria electoral (la n° 23 de 25 elecciones en 21 años). Sin embargo, sufrió una caída en su apoyo numérico de sufragios y entender las causas es fundamental para las batallas venideras. Por su parte, el presidente Nicolás Maduro, quien había manifestado que dejaría el cargo si ganaba la oposición, está legitimado por el resultado y ha demostrado, una vez más, ser la figura política y electoral más fuerte del país.

13) La nueva administración estadounidense de Joe Biden establecerá sus alianzas en la oposición de acuerdo con sus planes contra el gobierno bolivariano. El imperialismo cuestionará la legitimidad del resultado electoral, acumulará fuerzas sin descartar atajos militares y ejercerá más presión dentro de la doctrina del “Smart power”, el “poder inteligente”. Además de la estrategia actual de denunciar al presidente Maduro ante la Corte Penal Internacional por “crímenes de lesa humanidad”, la derecha se prepara para abrir un nuevo frente: un posible “referéndum revocatorio” de mitad del mandato (previsto en la Constitución).

Venezuela en 2021 seguirá siendo el epicentro de una batalla geopolítica continental (y más allá) en la que chocan la ideología bolivariana de la “Patria grande” y la Doctrina Monroe. La fase requiere, por tanto, un alto nivel de conciencia, tanto dentro como fuera del país.

14) Esto requiere que el chavismo construya una hegemonía (en el sentido Gramsciano) capaz de corregir errores, reconocer las diversidades existentes, articular las demandas populares desde abajo, elaborar críticas, sintetizar aspiraciones nacionales, repensar la política y el ejercicio de gobierno, uniendo las fuerzas que tengan objetivos compartidos de transformación. Las coincidencias estratégicas con respecto a puntos fundamentales (como el rechazo al bloqueo económico y las amenazas militares contra el país), sugieren la reanudación del debate crítico y autocrítico, basado en la unidad de las opciones de transformación revolucionaria. Desde varios lados hay llamados para que las 3 R de Chàvez (revisión, rectificación y reimpulso) sean la base para relanzar el proceso bolivariano.

A modo de conclusiones

Después de estas elecciones, se abren nuevos desafíos para Venezuela. Hasta ahora, el país ha superado los momentos críticos de “máxima presión” organizados por la administración Trump. El gobierno y el PSUV tienen la difícil tarea de estabilizar las instituciones (incluido el Parlamento) a partir del próximo año. Esto implica nuevas posibilidades en el ejercicio del gobierno, en un marco diferente al de enero de 2016.

El nuevo parlamento electo puede jugar un papel importante en la reactivación urgente de un diálogo nacional e internacional, con la más amplia gama de sujetos honestamente dispuestos a encontrar una solución que rechace categóricamente el bloqueo y la intervención militar.

No cabe duda de que la prioridad sea la batalla para eliminar la aplicación del duro bloqueo, principal punto crítico. Sin su eliminación (y el desbloqueo de los fondos millonarios secuestrados en los bancos internacionales) es ilusorio pensar que la crisis económica y social pueda resolverse positivamente en el corto o mediano plazo.

Además, habrá que neutralizar la farsa de la continuidad artificial de Juan Guaidó y su séquito de exdiputados aferrados a la silla. Según la Constitución, su mandato vence el 6 de enero de 2021. Pero, bajo la égida de los Estados Unidos, buscarán sostenerse indefinidamente y fuera del período constitucional como un “parlamento legítimo”.

Persiste la incertidumbre de la posición ambigua de Italia y la UE. Como recordó el español Zapatero, no queriendo reconocer los resultados electorales ni de las presidenciales, ni de estas últimas, la UE ya no tendría interlocutores institucionales a partir del próximo 6 de enero, cuando terminará el mandato del viejo Parlamento y del propio Guaidò. La Unión Europea está llamada a contribuir al diálogo y no a echar leña al fuego suicidándose políticamente. Tendría todo el interés en ello, si la subordinación a Washington no la cegara.

Con estas elecciones se aclara explícitamente la legitimidad formal y esencial de la institución republicana. Ahora el nuevo parlamento debe responder a las demandas de la Venezuela profunda, la que votó y la que guardó silencio. Ambos necesitan con urgencia tener esperanza.