Brasil: dos pasos adelante, un paso atrás

de Marco Consolo –

América Latina y el mundo progresista suspiran de alivio. Al final de una durísima campaña electoral, Dilma Roussef  logró ganar y se confirmó Presidenta del gigante brasileño para un nuevo mandato.

 Lula e Dilma comemoram vitória apertada nas urnas

Con una diferencia de alrededor del 3%  (51.64% contra 48.36%, poco más de 3 millones de votos), la candidata del Partido de los Trabajadores (PT), y de una amplia gama de fuerzas de izquierda y de centro, venció a la derecha “socialdemócrata” de Aécio Neves, candidato neo-liberal del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB). La misma derecha, para entendernos, que habla como el primer ministro italiano de “centro-izquierda” Matteo Renzi, en su kermesse de la “Leopolda”. Aquella financiada por los bancos, los especuladores, las grandes empresas y los terratenientes, que tiene de su lado los oligopolios de los medios de comunicación y los Estados Unidos. Para Neves no fue suficiente el apoyo de la ex ecologista evangélica Marina Silva, que se presentaba como la “novedad” de la política brasileña. Como se recordará, tras el fiasco en la primera vuelta, Marina Silva dio indicaciones de voto para el candidato de la derecha. Sin embargo, una buena parte de sus electores no han digerido su apoyo al candidato de la “vieja política” por excelencia y le han dado la espalda.

 Marina Silva sobre em palanque de Aécio, contrariando declarações de campanha

 Marina Silva e Aécio Neves

Gracias también a una movilización de masas realmente extraordinaria, en los últimos días de la campaña electoral, Dilma ha logrado revertir las encuestas de opinión negativas, manipuladas y publicadas con bombos y platillos por los grandes medios de comunicación. El espectro mediático está dominado por cinco familias, de las cuales la principal es la dueña de la cadena O Globo, cómplice activa de la dictadura cívico-militar del pasado. Era fácil predecir que el “terrorismo mediático” no daría tregua, haciendo todo lo posible para atacar sin solución de continuidad. Para los ” terroristas electorales” (Dilma dixit) todo valió en una guerra sin exclusión de golpes: mentiras, verdades a medias, acusaciones de corrupción, datos económicos manipulados, ataques en la bolsa de valores. Antes, durante y después de las elecciones, el ” fantasma del mercado ” con su “mano invisible” especuló en la bolsa en contra de la empresa pública petrolera Petrobras, y de la moneda nacional, para evidenciar su inconformidad con la candidata y el rechazo de los “mercados” a un nuevo gobierno guiado por el PT.

El nuevo cuadro político y social

A pesar de la victoria electoral, el panorama político es todo menos que positivo. De las urnas sale un país dividido en dos.
En los territorios, la derecha gana en 9 de los 14 estados en los que se votó en el balotaje. Entre otros, arranca al PT  un colegio simbólico como el de la capital Brasilia (con dos candidatos de la oposición en el balotaje) y Río Grande do Sul, otro colegio muy bien conocido en el movimiento “alter-mundialista” por su capital Porto Alegre. Una de las zonas más ricas del país, donde perdió Tarso Genro, uno de los fundadores del PT.
El PT, y los aliados del gobierno, ganan en los estados pobres del país, y por primera vez en Minas Gerais, el bastión del PSDB, donde Aécio Neves fue gobernador y hoy es representante parlamentario.

En el Parlamento, si hasta la fecha los números eran ajustados, con esta elección el gobierno tendrá que hacer frente a una situación aún peor. En la Cámara de Diputados  los partidos son ahora 28 y en el Senado 17 y en ambos casos la derecha ha incrementado significativamente su peso. Y el aliado más fuerte del gobierno, el centrista Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), se prepara para subir el precio por su cooperación. Los números pesan como montañas para aprobar cualquier ley y es fácil predecir duras negociaciones sobre el programa, la agenda parlamentaria y las reformas estructurales necesarias.

En el plano social, el gobierno deberá tratar de mejorar su gestión si quiere tener apoyo popular. En esta ocasión contó con el apoyo crítico de los sindicatos y de los movimientos más radicales, como el Movimiento de los Sin Tierra, inconforme por la falta de una reforma agraria y la alianza del gobierno con sectores del latifundio (incluyendo los grandes productores de soja). En las ciudades, la frase “la izquierda ha abandonado los barrios populares” era desgraciadamente muy en boga durante la campaña electoral. Los mismos barrios donde, gracias a la ausencia del Estado y de organización política, el crimen organizado y los “narcos” han fortalecido su base social y su poder militar. Y para resolver el problema estructural de las altas tasas de violencia homicida, plantea muchas perplejidades la propuesta del gobierno Dilma de utilizar las Fuerzas Armadas para combatir el crimen, armado hasta los dientes.

En el plano sindical la unidad está lejos de alcanzarse, y hoy en día hay 6 centrales sindicales. El crecimiento del empleo ha llevado a conseguir importantes avances, aunque aún queda mucho por hacer. Parece obvio (pero no lo es) que organizar sindicatos contando con empleo, es algo profundamente diferente que hacerlo en tiempos de alto desempleo y el mayor nivel de organización está en el sector público, que goza de un contrato más estable. Los convenios colectivos se negocian a nivel local, no en el nacional. Los sindicatos más combativos tienen un promedio entre 25 y 35% de afiliados, excepto en circunstancias excepcionales. A pesar de que creció, el promedio de los miembros sigue siendo bajo, un 18%. El salario mínimo se ha incrementado significativamente (alrededor de $ 300, en comparación con los 100 de 2002). La principal central sindical, la CUT, que organiza el 36% de los sindicalizados, ha liderado la lucha para la reducción del horario de trabajo a 40 horas, sin lograr el resultado.

Entre lo positivo, está la existencia en el Mercosur de una “Coordinadora de las centrales sindicales” de los distintos países, en los que se articulan más de 20 sectores productivos, a pesar de las dificultades económicas de la estructura, que se autofinancia. [i]

El “partido de los medios”

En Brasil, la “anti-política” ha ganado un gran espacio y los medios de comunicación tienen juego fácil en asociar de manera permanente la política a la corrupción, enfermedad endémica aun en el gigante brasileño. Los principales dirigentes del PT (incluyendo Lula) reconocen que el partido ya no tiene la misma presencia territorial, ni la capacidad de movilización que le hizo ganar el gobierno, a pesar de que sigue siendo la fuerza con más militantes. Los medios de comunicación son los verdaderos intermediarios entre los ciudadanos y los partidos políticos.

En la campaña electoral, los dos canales principales de acceso a la población fueron las iglesias evangélicas y la TV. Fuera del periodo electoral, el gobierno no existe en las pantallas de televisión, y si aparece es para ser atacado o acusado de corrupción. No hay ningún canal privado que ha puesto de relieve los aspectos positivos de la gestión de gobierno. Quedan  las “redes sociales” y el Internet, que no es un medio de masa. Según datos de un estudio reciente, que el Gobierno Nacional ha encargado a Ibope, el 53% de la población no tiene acceso  a Internet, el 47% lo tiene en casa y sólo el 26% accede a él todos los días. Según el estudio, el 80% de los brasileños se informa a través del “Jornal Nacional”, el telenoticiero de la Rede Globo.

Paradójicamente, gracias al espacio electoral televisivo obligatorio distribuido en función del número de votos recibidos, el gobierno ha podido mostrar las cosas hechas en los últimos años y compararlas con el Brasil del pasado gobierno de Fernando Henrique Cardoso, compañero de partido de Aécio Neves. Si el PT ha basado su estrategia de campaña en la proyección de una imagen del “pasado vs futuro”,  la derecha ha contratado los más conocidos expertos en publicidad del país, los spin doctors capaces de modelar muchas de las voluntades de los consumidores-votantes.

El “Partido de Dios”

Las únicas organizaciones nacionales con capacidad de movilización de masas son las iglesias. La Iglesia Católica ha dado una prueba de fuerza con la llegada del Papa, cuando muchos de los fieles se han movilizado espontáneamente, sin tener necesariamente vínculos territoriales con alguna parroquia. Pero gracias a la “limpieza” alcanzada por las cruzadas del Papa Wojtyla, entre los católicos ha disminuido el peso de los sectores progresistas, vinculados a la “teología de la liberación”, y a la izquierda.

Viceversa, las iglesias evangélicas, convocan directamente y son las únicas estructuras sociales capaces de movilizar a miles de personas para un evento. Su creciente presencia capilar se extiende a los barrios populares y a los lugares más remotos, donde la izquierda ya no está presente, o nunca lo estuvo. Imposible para el gobierno no tomarlo en cuenta para posibles alianzas.

 

Además de una presencia territorial masiva, tienen canales de televisión que transmiten las 24 horas del día. La “bancada parlamentaria” evangélica cuenta entre sus filas transversales con el 11% de los legisladores, entre senadores y diputados. En los últimos años, las iglesias evangélicas se fortalecieron y muchos funcionarios del Estado se encuentran entre sus fieles. El gobierno nacional ha destinado cerca de US $ 2.000 millones para la lucha contra la “pasta base” de cocaína (el crack), fondos destinados en gran medida a las comunidades terapéuticas. De éstas, alrededor del 80% son religiosas, muy a menudo evangélicas. No es casualidad que el Papa Francisco visitó el Hospital San Francisco de Asís, que se dedica a la recuperación de adictos a las drogas.

Dos pasos adelante y un paso atrás

Hay muchas expectativas para este cuarto mandato de los gobiernos conducidos por el PT, tanto en Brasil, como  en el exterior.  Pero, nos guste o no, las relaciones de fuerza parlamentarias limitan drásticamente los márgenes de maniobra.

Entre las prioridades identificadas por el PT para el segundo mandato de Dilma Rousseff están  el desarrollo económico con una mayor redistribución, la importante reforma política que pueda moderar el excesivo poder  del clientelismo local, una reforma fiscal progresiva y un aumento de la inversión pública en educación y salud, con el fortalecimiento del Sistema Único de Salud (SUS). Para ello, el próximo gobierno tendrá que encontrar los recursos, en un contexto de crisis recesiva mundial que también afecta a Brasil.

En política exterior aún no se ha enfriado la tensión con Estados Unidos, sorprendidos con las manos en la masa espiando (entre otros) el teléfono y el correo electrónico de la Presidenta, que ha cancelado indefinidamente su misión a Washington. La reelección podría mantener inalterada la brújula utilizada hasta ahora, hacia el fortalecimiento de los BRICS, la integración continental y la lucha por un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU.

Hay un punto ineludible que, en los tres mandatos anteriores, el gobierno no abordó: el de las reglas democráticas en el ámbito de la comunicación, o  de la “regulación económica del sector “, según lo declarado por la misma Dilma. En esta última campaña electoral los “terroristas mediáticos” han superado todos los posibles límites éticos, construyendo un lenguaje lleno de odio y una parcialidad en la cobertura periodística que se ha radicalizado durante la campaña [ii]. Es evidente el riesgo no sólo para las próximas campañas electorales, sino para la propia democracia, en presencia de un mercado oligopólico que favorece la acción articulada de los grandes grupos privados y los medios de comunicación, en defensa de sus intereses inconfesables.  Regular el sector hoy parece un objetivo muy importante, aunque  francamente utópico.

 

No hay duda de que la única manera de superar las enormes resistencias al cambio es contar con una fuerte movilización social. El aumento de la participación y la movilización de los movimientos sociales y  sindicales  para aprobar las reformas estructurales necesarias, puede ser crucial en el debate y en la presión sobre el Parlamento.

Pero la primera mala señal  llegó a pocas horas del resultado electoral. Después de un debate parlamentario agotador, la Cámara de diputados rechazó un decreto presidencial que creaba la “Política Nacional de Participación Social”, respaldado sólo por el PT, el Partido Comunista de Brasil y el PSOL, una formación de la izquierda radical. Un decreto que no tenía nada de revolucionario, pero que ampliaba la participación popular a través de un proceso de consulta y seguimiento de las políticas públicas. Es la primera derrota Parlamentaria del gobierno, solo pocos días después de la reelección de Dilma.

La oposición ha contado con el apoyo del PMDB (teóricamente un aliado del gobierno), argumentando que “establecer mecanismos de consulta de la sociedad era una maniobra autoritaria, que pasaba por encima de la cabeza del Parlamento”.

Que nadie duerma, la batalla recién ha comenzado.


[i]Primera Pesquisa sobre Medios”,

[ii] O que será feito do ódio e de sua linguagem?