El 12 de octubre boliviano

de Marco Consolo –

El pasado 12 de octubre, en un clima sereno, más de 5 millones de bolivianos acudieron a las urnas para elegir  presidente, vicepresidente, senadores y diputados. En una fecha simbólica e infausta  para los pueblos originarios del continente, no hubo necesidad de balotaje. Evo Morales, el primer presidente que viene de los pueblos originarios, fue reelegido en primera vuelta por una abrumadora mayoría (61,04%), como ya pasó en 2005 (53,7%) y en 2009 (64,2%).

 

Después de un lento recuento de los votos de parte del Tribunal Supremo Electoral, criticado por el mismo  Presidente, los resultados de las elecciones dan la victoria al Movimiento Al Socialismo (MAS) de Morales. En segundo lugar, con una diferencia de unos 37 puntos, el empresario del cemento y candidato de la derecha, Samuel Doria Medina de Unidad Democrática (UD), que recibió 24,49%. El ex presidente Jorge (Tuto) Quiroga, del Partido Demócrata Cristiano (PDC), tuvo que conformarse con el 9,07%.

Malas noticias para el Partido Verde de Bolivia (PVB) con  el 2,69% y para el Movimiento Sin Miedo (MSM) con el 2,72% (ex aliado de Morales). Ambos por debajo del 3% pierden sus lemas y su registro electoral. Sorpresa provocó la baja votación del MSM, que guía el gobierno en la ciudad de La Paz, con buenos resultados. Su candidato, Juan del Granado, ex alcalde de La Paz, es un abogado que contribuyó de manera importante a hacer juzgar al ex narco-dictador García Mesa.  El resultado del MSM confirma la diferencia de orientación de los electores en el caso de las elecciones administrativas o políticas.

De acuerdo con el Tribunal Supremo Electoral los votos válidos fueron 94.19%, los blancos 2.01%, y los anulados el  3,80%.

Al final, Morales ha ganado en ocho de los nueve departamentos de Bolivia, incluyendo Santa Cruz, un ex bastión de la oposición, perdiendo sólo en el rico Beni en el noreste del país.

Por primera vez hubo un voto en el extranjero en 33 países, y entre los migrantes el MAS obtuvo la mejor votación, superando a sus oponentes con el 72,22% de los votos.
Con esta victoria, Evo Morales (en el cargo desde 2006) gobernará para un tercer mandato consecutivo hasta el año 2020, el segundo desde la re-fundación de la nueva república como Estado Plurinacional de Bolivia.
Hasta aquí los resultados de las elecciones, que consolidan la distancia entre el gobierno y la oposición diversa y fragmentada.

La década perdida

Bolivia hoy está a una distancia estelar del pasado, que se caracterizaba por frecuentes golpes de Estado organizados por la embajada de Estados Unidos, y los gobiernos títeres y “vende patria” que habían reducido el país a un fantasma y entregado sus riquezas al capital multinacional. En las estadísticas sobre  la pobreza continental, Bolivia estaba en los primeros lugares y en el campo los pueblos originarios eran reducidos a condiciones de casi esclavitud feudal.

Las principales figuras de la oposición, Doria Medina y Jorge Quiroga, representan el pasado,  aquella “década perdida” debido a las políticas de ‘ajuste estructural y estabilización “, promovidas por el FMI y el Banco Mundial en el marco del” Consenso de Washington “. Las mismas políticas que ayer causaron graves daños a Bolivia y al continente y ahora provocan estragos en Europa, donde la “austeridad” es sinónimo de dramas sociales.

Doria Medina ha sido Ministro de Planificación con Jaime Paz Zamora (1991-1993), una posición que le permitió ser al mismo tiempo el Gobernador por Bolivia en el FMI y el Banco Mundial.

 

Jorge Quiroga, quien también ha sido ministro de Jaime Paz Zamora, ha dirigido el Ministerio de Economía y Finanzas (1992- 1993). Sucesivamente fue elegido Vice-Presidente en la fórmula electoral con el ex dictador Hugo Banzer, y ha ocupado el cargo de Presidente a partir de agosto de 2001 hasta el mismo mes de 2002, tras la renuncia de Banzer.

La paradoja del voto

En cuanto al partido en el gobierno,  el Movimiento al Socialismo – Instrumento por la Soberanía de los Pueblos (MAS-IPSP) perdió alrededor de 3 puntos  con respecto a 2009 (64,2%), y los perdió en sus bastiones tradicionales. Una erosión debida quizá también a errores en las candidaturas locales, que no tenían el apoyo necesario y fueron sancionadas por una parte del electorado.
Pero al mismo tiempo, paradójicamente, crece su poder político, tanto en extensión territorial, como en profundidad.

El voto por el MAS-IPSP rompe el poder de la oligarquía y la derecha de la parte más rica del país, la llamada “media luna” (los departamentos de Santa Cruz, Pando, Tarija y Beni). Los mismos que en 2008 fueron los protagonistas de un intento de “golpe institucional”, con la consigna de la autonomía territorial, si no de la secesión. Hoy, Evo Morales gana en los tres primeros y termina segundo en Beni, en el departamento de Ernesto Suárez, candidato a Vicepresidente de la UD. En la noche de las elecciones, en su discurso desde el balcón del palacio presidencial, Evo ha evocado con un chiste el retorno de la “luna llena” sobre toda Bolivia, debido a la desaparición de la “media luna”.

En el momento en que escribo, gracias a la redistribución del poder territorial, el MAS obtendría 2/3 de los escaños en la Asamblea Legislativa Plurinacional (el parlamento). Una mayoría necesaria, de acuerdo con la nueva Constitución, para pasar algunas leyes, para la designación de instituciones prominentes, y para el cambio de la propia Constitución.

La oposición en su laberinto

Presentándose dividida, la oposición pierde algunos puntos, pero consolida un núcleo duro de alrededor del 33%, sin marcada “especificidades” regionales. El resultado premia una derecha que tiende al centro, y debilita sus franjas extremistas. El voto del 2014 da vuelta a los porcentaje del 2009 entre la UD de Samuel Doria Medina (que tenía un 5-7%) y Tuto Quiroga y Manfred Reyes Villa (26-28%). En el escenario actual, la Democracia Cristiana de Quiroga baja al  9% y la UD de Doria Medina crece al 24%, recuperando los votos de la extrema derecha.

Oscilando entre las sirenas de la restauración conservadora y la incapacidad de una propuesta autónoma y hegemónica, la derecha ha tenido que correr atrás del gobierno en el terreno de la eficiencia, de la ampliación y la profundización de la cobertura de las políticas sociales. Pero, lejos de adoptar una política transformista, en la campaña electoral la derecha había propuesto devolver a las empresas multinacionales el 50% de las regalías, en contra del actual  20%,  después de las nacionalizaciones realizadas por el gobierno de Evo.

 

Para la oposición, el siguiente terreno de  prueba serán las elecciones regionales y municipales del próximo año, donde buscará reconquistar espacio. Las dudas se mantienen sobre su capacidad para abandonar el campo del enfrentamiento, incluso violento, y, viceversa, tomar un papel proactivo y de fiscalización de las acciones del gobierno. Y hay dudas también sobre su capacidad de presentarse de manera unitaria, con un solo candidato.

Las razones de la victoria del MAS-IPSP

Más allá de una buena campaña electoral, el resultado del MAS-IPSP se debe en primer lugar al balance de los nueve años de gestión de gobierno y a las perspectivas de la profundización de la transformación democrática y cultural. En este caso, está debilitada la teoría del “desgaste natural” debido a una larga presencia en el gobierno. El desgaste de otros procesos se basa más bien en la falta de resultados y la imposibilidad de satisfacer las crecientes expectativas de la población, elemento que, hasta la fecha,  no aparece en el caso boliviano.

En el resultado electoral pesan varios factores:  la conformación incipiente del nuevo bloque de gobierno, con una influencia cada vez mayor de las organizaciones sociales; los resultados positivos de la gestión macroeconómica gracias a la nacionalización de los recursos; la redistribución de los ingresos y el creciente papel del Estado en la economía; el aumento de la participación en la formulación de las políticas gubernamentales;  la “visión de país” y la propuesta programática que va más allá de la contingencia, hasta el 2025 (el año del Bicentenario de la Independencia).

Por cierto, el MAS no es un partido en el sentido “clásico” de la palabra. Se trata más bien de una gran coalición político-social entre organizaciones y movimientos diferentes, agrupados en la Coordinadora Nacional de los movimientos sociales para el cambio (CONALCAM), que de alguna manera juegan un papel de co-gobierno y fiscalización social. En la elaboración de las políticas territoriales y sectoriales, el gobierno de Evo Morales (que viene de los movimientos) se ha esforzado por “comandar obedeciendo”, por escuchar las demandas de la base (con altibajos no exentos de errores).

Para muchos analistas, los resultados positivos podrían deberse a las características de la situación económica mundial, y en particular a los altos precios de las materias primas. Pero más allá del entorno internacional propicio, la brújula indica claramente la centralidad de la política económica nacional, a partir de la nacionalización de los hidrocarburos, que ha permitido obtener importantes recursos económicos.

Hasta el año 2005, durante la oscuridad de la noche  neoliberal, el pastel de las ganancias del petróleo y el gas quedaba  en manos de las multinacionales en un 82%, mientras que el Estado recibía sólo el 18% restante, con un déficit crónico en el presupuesto del Estado. Con Evo Morales se da vuelta a la relación y  el PIB pasa de 9525 millones de dólares en 2005, a 30.381 en 2013, las reservas internacionales crecen hasta 14430 millones de dólares, hay una disminución significativa en el discrecional gasto corriente y la misma inflación se mantiene al  6.11%. Son sin duda indicadores clásicos (a partir del PBI) que no reflejan plenamente la situación real, pero de toda manera evidencian el marco macroeconómico.  En las intenciones declaradas por el gobierno, las reservas internacionales deberían  representar una base para enfrentar los próximos retos socioeconómicos, y no depender exclusivamente de las fluctuaciones de precios en las materias primas, que actualmente están bajando.

Un reto que no es fácil, dada la tendencia de la división internacional de los mercados a la “re-primarizacion” de la economía, basada principalmente en un “extractivismo salvaje” y en el saqueo de los recursos naturales. Se trata de ampliar y cambiar la matriz productiva, recuperar la capacidad de procesamiento de las materias primas con una “nueva industrialización”, basada en la capacidad de desarrollo tecnológico endógeno, superando a la economía de mercado en favor de un modelo socio-económico comunitario y productivo.

Para Bolivia, desde 2005 se ha abierto una fase de estabilidad política, recuperando el papel central del Estado, lo que ha contribuido al crecimiento económico. Se reactivó la demanda interna, con la creación de nuevos puestos de trabajo y el crecimiento salarial (el salario mínimo se incrementó desde 63 hasta 169 dólares por mes), lo que permitió un incremento en los ahorros. La diversificación productiva ha fortalecido áreas estratégicas como la energía, la producción industrial, la artesanía, el sector alimenticio, el conocimiento, al igual que el fortalecimiento de las PYME, de aquellas estatales y privadas, y el aumento de las exportaciones con mayor valor agregado.

Las inversiones públicas han pasado de 600 a 6000 millones de dólares y en lo social aumentaron en un 500%. La redistribución de la riqueza ha reducido drásticamente los índices de pobreza extrema (38% en 2005, 20% en 2014) mientras que la brecha de la desigualdad entre los sectores más ricos y pobres ha pasado de 148 (2005) a 46 (2014) y el desempleo urbano del 8 al 3%.

En el campo de la educación, en 2008 Bolivia ha sido declarada libre de analfabetismo y aquí también comenzó una distribución masiva de computadoras a los estudiantes de los primeros años. En el área de la salud, el acceso a los servicios ha aumentado de manera significativa, a pesar de las grandes dificultades culturales que hacen más lenta la cobertura médica universal.
Y en diciembre de 2013, Bolivia ha puesto en órbita su satélite multi-uso, rebautizado con el nombre de Tupak Katari, un líder aymara protagonista de una de las rebeliones más importantes contra el dominio colonial español.

Un nuevo bloque histórico en formación

 

No parece descabellado afirmar que en Bolivia se está consolidando un nuevo “bloque histórico”, que pone en cuestión la estructura político-económica tradicional, base de la élite empresarial con intereses en la agroindustria, la minería, la ganadería extensiva, y de un sector parasitario  y  “rentista”, beneficiado por un Estado clientelar y por una burocracia funcional a sus intereses. Gracias también a la nueva Constitución Política del Estado Plurinacional (y al nuevo esquema de descentralización política y administrativa), comienzan a cambiar las relaciones de fuerza en favor de una alianza inédita (y no sin tensiones, más o menos creativas) entre el gobierno, las organizaciones sociales y una nueva intelectualidad, donde los jóvenes están empezando a jugar un papel central.

El punto político clave es la ampliación de la participación popular, condición indispensable para profundizar la transformación. Más allá de las buenas intenciones, se trata de un proceso complejo de construcción de una ciudadanía intercultural, que deberá tener en cuenta la especificidad  institucional y comunitaria, así como las diversidades regionales y de los pueblos indígenas que conforman el Estado Plurinacional.

En esta etapa de transición, sobresale la centralidad de la participación social, la necesidad de una mayor inclusión social de los sectores tradicionalmente marginados, la importancia de la “descolonización” en todas las áreas, la descentralización administrativa, la prioridad de los derechos humanos y sociales, una relación más armónica con la “Pacha Mama” (Madre Tierra). Un cambio radical de paradigma, a partir de la filosofía del “Suma Qamaña” (vivir bien), que rescata la cosmo-visión “comunitarista” de los pueblos indígenas, y pone en el centro de la transición un sistema “Estatal-Comunitario”, que comienza importantes nacionalizaciones y recupera porcentajes de soberanía, apoyando firmemente la integración continental, desde el ALBA, la UNASUR y la CELAC.

 

En el frente internacional, Evo Morales refuerza el perfil de líder de los pueblos originarios y a finales de septiembre, presidió la primera “Conferencia Mundial de los Pueblos Indígenas” en las Naciones Unidas.

¿Todo un jardín de rosas?

Hasta la fecha, los cambios se midieron comparándolos  con el pasado de la noche neoliberal. A partir del tercer mandato, el gobierno tendrá que hacer frente a lograr el cumplimiento de sus objetivos. Se trata de enormes desafíos.
En primer lugar, recibe un país con un alto crecimiento económico que por lo menos deberá tratar de mantener. De acuerdo con datos del FMI (febrero de 2014), en 2013 el crecimiento del PIB fue del 6,7%, el más alto en los últimos 30 años, respaldado por un aumento significativo en la exportación de hidrocarburos y el consumo interno.

En segundo lugar, tendrá que enfrentar a las altas tasas de pobreza y pobreza extrema. En 2002, el 62% de la población estaba por debajo de la línea de pobreza y el 40% en la pobreza extrema. En 2013, la pobreza extrema afectaba alrededor del 20% de los bolivianos. Mucho se  debe a las políticas asistenciales para aumentar la inclusión social, tales como el programa “Renta Dignidad” para las personas mayores, o al bono “Juancito Pinto” para los estudiantes. Sin embargo, estas cifras siguen siendo alarmantes y el gobierno tendrá la poco envidiable tarea de reducirlas  aún más y superar el asistencialismo.

El tercer desafío es la universalización de los servicios básicos, en particular el agua y el gas. Control, reglas y accesibilidad de los recursos naturales han sido históricamente un punto clave para la sociedad boliviana. En el pasado reciente, la resistencia a la privatización neoliberal había producido las así-llamadas “guerras del gas y el agua”, base de la contraofensiva de los movimientos sociales. El desafío actual consiste en ampliar la cobertura. Actualmente el 81% de la población tiene acceso al agua potable, el 53,5% tiene un sistema de alcantarillado, y sólo el 50% tiene acceso a una red de distribución de gas.

 

En cuanto a las políticas de empleo, un desafío clave será la creación de nuevos puestos de trabajo, capaces de reducir el desempleo. La campaña electoral del MAS se enfocaba  en el sector de la minería con la propuesta del aumento de 5.900 empleos directos y 23.600 indirectos. Pero hay mucho por hacer en otros sectores, como por ejemplo la agricultura, la artesanía y el turismo.
En quinto lugar es una urgente necesidad mejorar la infraestructura del sistema de la educación, de salud y la conectividad extraurbana para el transporte en carretera. Bolivia tiene una gran brecha a superar y la inversión pública en estas áreas es un requisito indispensable para pensar en el futuro.

La autosuficiencia energética hoy en día es una meta para muchos países y Bolivia no es una excepción. Desde la nacionalización de los hidrocarburos en 2006, el país se ha convertido en un importante exportador, consolidando los mercados de Brasil y Argentina. El reto será lograr la autosuficiencia en materia de gas y gasolina, respetando el equilibrio de la naturaleza y las demandas de los pueblos originarios. En paralelo se están estudiando  proyectos importante para la industrialización del litio, presente en grandes cantidades. Recientemente, el gobierno boliviano ha manifestado la voluntad de convertirse en una “potencia energética continental”, aventurándose en el delicado terreno de la energía nuclear.

Por último, pero no menos importante, el desafío de una reforma necesaria y profunda del sistema judicial (un verdadero “talón de Aquiles” del proceso), junto con la modernización de la policía y las fuerzas armadas, que todavía están influenciadas por la “doctrina de la seguridad nacional ” de los Estados Unidos, y aun están lejos de estar a la altura de los retos que esperan al país andino.

La larga controversia con  Chile…..

En cuanto a la política exterior, el acceso soberano al mar para Bolivia es un punto delicado en las relaciones con Chile, históricamente pésimas entre los dos países.
Como se recordará, con la invasión chilena del puerto de Antofagasta (entonces boliviano) en 1879, se desató la sangrienta guerra por cuenta  del capital británico, conocida como la “Guerra del Pacífico” o “Guerra del Salitre” contra Bolivia y Perú, en aquel entonces aliados. Después de la derrota militar, Bolivia perdió 120 mil kilómetros cuadrados y 400 kilómetros de costa, perdiendo una salida al mar que reclama a Chile desde principios del siglo pasado. Sólo muchos años después, en 1904, los dos países firmaron un “tratado de paz” que estableció una frontera común. En 1978, Bolivia y Chile rompieron relaciones diplomáticas y aún hoy en día en sus respectivas capitales sólo hay oficinas consulares. Después de un siglo de negociaciones bilaterales infructuosas para lograr una salida soberana al mar, en abril de 2013 el gobierno boliviano ha presentado el caso ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya, cuya competencia ha sido recientemente cuestionada por Chile.

Hasta la fecha, Bolivia ha usado los puertos del norte de Chile (Arica, Iquique y Antofagasta) para su comercio internacional. De acuerdo con el Instituto Boliviano de Comercio Exterior, por los puertos chilenos transitan el 13% de las exportaciones bolivianas y el 40,5% de sus importaciones.

 

A pesar de los desmentidos oficiales de Santiago, la Bolivia se queja de la actitud hostil chilena y de los problemas que esto conlleva (aranceles elevados, demoras burocráticas, bloque de facto de bienes, etc.) y ha denunciado en varias ocasiones el incumplimiento de parte de Chile del Tratado bilateral que tendría que asegurar el libre flujo de mercancías en sus puertos.
Estas son algunas de las razones por las que Bolivia quisiera reorientar sus exportaciones utilizando el puerto peruano de Ilo, en el Océano Pacífico, al sur de Perú. Para ello está construyendo una carretera desde los Andes hasta la frontera con Perú, en un punto ligeramente más al norte de la frontera con Chile. Paralelamente está en estudio el uso de la hidrovía para abrir una ruta hacia los puertos atlánticos de Uruguay, que hace unos años propuso esta alternativa. Una propuesta relanzada con una ofensiva diplomática en base a las “relaciones estratégicas” (así las define Montevideo) entre los dos países y que podría representar una salida al mar  también para Paraguay.